Agua ciega pegada a la noche
cubriendo lentamente el aire mío.
Zumbidos de silencio
y el gemido de algún tono
que se quiebra.
Pareciera que Dios rescatara un tritón
ahogado en alta marea.
Resonancia de tambores,
oración dentro de un pecho maternal,
nutricio que desmigaja el tiempo.
Ahora imagino el mar,
su aliento alígero,
sus lunas refrejadas en sucesión
durmiendo en la niebla.
Lo siento con su olor de Caballero
cuando lo provoca el Sol,
cuando la plata toda
se sienta sobre sus aguas
para bendecir los destinos.
Y sé que sus olas serán mi manto,
mis pieles de la memoria
cuando repose allí sin prisas,
labrada para sellar confines.
Y se desprende toda nostalgia
cualquier camino de pena
sin rigor ni talla en lo sublime.
Pasa la Vida guareciendo sombras
y un día la piedra de fundar
se hace cimiento, pedestal, arco de alianza…
y la ropa ya sin cuerpo, cae junto a los
espejos y a las viejas fotografías.
Como sajaduras sagradas
los años enseñan golpes,
verdugones, y esperan que alguien les tiente
lo que cada batalla trajo de goce o de amargura.
Y me levanto para componer con barro
carne y huesos y taponar úlceras verdes
con ungüentos de ternura..
No he de caer ni dejaré que el polvo del camino
empañe mis cristales.
Estaré atenta, largamente pausada
en un declive del envés, como en los buenos tiempos,
cuando la Navidad
ponía cascabeles y manzanas sobre la risa
de los niños y las cajas con trenes y muñecas
alborotaban las alas.
Lo que he sido, lo que soy como vuelo de palomas,
como trote de caminos, está en el alma de todo.
Todo me ha crecido
y el olor a humo, a hombre bueno,
a café recién molido invade cada espiral de sueños.
Una canción tan vetusta como el mundo
blande la vida
y quita de una vez la pesadilla.
Estoy revelada en mí,
embebida en mi cimiente,
soñando que sueño todos los sueños de la mejor arcilla.
Y estoy viva.
Viva,
Todavía.